viernes, 27 de agosto de 2010

[Genealogia SLP] 738 La pugna entre Montemayor y Del Canto

El Saltillo virreinal en sus orígenes. La pugna entre Montemayor y Del Canto
Por: María Elena Santoscoy
 

La historia temprana de Saltillo sugiere que este valle norestense constituyó un espacio
privilegiado de oportunidades que atrajeron a inmigrantes de todas las calidades y
oficios, especialmente a los de rango económico mediano y bajo. Aunque no había
minas, la región contaba con suficientes tierras laborables, agua, indios y posibilidades
para comerciar. Por tanto, varios peninsulares más o menos exitosos y algunos
pequeños aventureros pudieron adquirir aquí, en un plazo más o menos corto, las
anheladas "tres efes", esto es, "fortuna, fama y familia", y no necesariamente en ese
orden1
Entre los primeros y más importantes colonos estuvieron Alberto del Canto, Juan
Navarro, Santos Rojo, Francisco de Urdiñola y Bernabé las Casas, quienes lograron
amasar un capital considerable gracias a su talento y conexiones, o a que supieron
sortear con habilidad y destreza los riesgos que implicaba la empresa conquistadora
española. Asimismo, a que estuvieron en posibilidades de invertir las ganancias de una
conquista en otra. Sin embargo, eso no quiere decir que las cosas hayan sido fáciles
para ninguno de ellos. La primitiva prosperidad de algunos se debió a una variedad de
factores; entre los cuales destaca el nivel de riqueza que cada uno poseía antes de
acudir a la fundación de Saltillo.2 Previamente, la mayoría de los primeros colonos se
habían desempeñado como labradores, artesanos, arrieros, o también como "cazadores"
de indios en otras regiones para venderlos en los mercados y fundos mineros de la
Nueva España.3 Una vez en Saltillo, fueron pocos los que llegaron a acumular fortunas
en la medida en que lo hicieron don Francisco de Urdiñola y don Bernabé las Casas,
uno de los yernos de don Juan Navarro.4 Tanto Urdiñola como las Casas fueron dos de
los vecinos más prósperos de la primera década del siglo XVII en la región. Aunque
Urdiñola no parece haber residido alguna vez dentro del ámbito saltillense, las Casas si
lo hizo, pero por alguna razón trasladó luego sus negocios a Monterrey.5Tras la primera generación de saltillenses, algunos descendientes suyos parecen haber
estado envueltos en la captura y venta de indígenas; una actividad que —aunque
penada por las teorizantes Leyes de Indias— permitió consolidar buena parte del capital
inicial de muchos conquistadores.6 El historiador México-americano José Cuello —
quien ha estudiado a fondo la historia colonial del noreste— considera como una
verdadera proeza que los primigenios colonos hayan podido edificar sus haciendas y
estancias rurales contando con tan pocos ingresos que, en general, provenían del
comercio y la minería.7
A lo largo de varias centurias la historia local adjudicó a Urdiñola la fundación de
Saltillo; no obstante, en las primeras décadas del siglo XX, Alessio Robles puso en claro
que el verdadero fundador de esta villa había sido don Alberto Del Canto, un peninsular
originario de Praia, Isla Terceira del grupo de las Azores, —jurisdicción del reino de
Portugal— cuyos padres fueron Sebastián Martins Do Canto y doña María Díaz Vieira.
De acuerdo a la tradición matrilineal practicada en ese tiempo por los lusitanos, el
apellido correcto de nuestro controvertido fundador debió ser: "Díaz Vieira do Canto"; es
decir, primero el apellido de la madre y después el del padre.8
Como don Alberto no tuvo la suerte de ser el primogénito, tal como hicieron muchos
peninsulares contemporáneos suyos, decidió embarcarse rumbo al Nuevo Mundo en
busca de aventuras, fama y fortuna, tocándole realizar la fundación de Saltillo por
encargo del "adelantado" don Francisco de Ibarra.9 Éste, a su vez, había sido
comisionado por las autoridades españolas para que erigiese un nuevo reino con las
tierras que lograse conquistar al norte de Mazapil, último bastión de la Nueva Galicia.10
En virtud de que Ibarra era oriundo de las provincias vascongadas, el vasto territorio
por él conquistado recibió el nombre de Reino de la Nueva Vizcaya, a cuya jurisdicción
perteneció la villa de Santiago del Saltillo durante doscientos años.11 Varios autores
consideran que la creación del nuevo reino tuvo por objeto contrarrestar la enorme
influencia que había llegado a adquirir la Nueva Galicia; y, en efecto, el descubrimiento
de numerosas minas en el territorio de la Nueva Vizcaya, cuya capital fue Durango,
parece haber puesto en serios predicamentos a la Nueva Galicia, puesto que el número
de sus pobladores sufrió un severo descenso a partir de entonces.
A diferencia de Ibarra, quien al momento de la fundación de Saltillo contaba solamente
17 años de edad, Del Canto podría haber sido considerado casi un anciano, pues tenía
cerca del doble.12 El historiador neolonés Eugenio del Hoyo encontró que Del Canto
entró por Zacatecas, llegando, hasta las regiones mineras como Avino, San Martín y
Mazapil en 1562, junto con los 170 soldados que Ibarra había reclutado en esa
navidad.13
Hasta ahora no ha sido posible ubicar con precisión el sitio para casa que Del Canto se
mercedó a sí mismo en el corazón de Saltillo al momento de hacer la repartición de
tierras y aguas. De acuerdo a la usanza española, su morada debió estar situada
alrededor de la Plaza Real –actual Plaza Independencia– cerca de las Casas
Consistoriales y del templo parroquial. En cuanto a sus propiedades rusticas, una de
ellas corresponde a un sitio al sur de Saltillo conocido como Buenavista, mientras que
otra —denominada Miraflores— estaba situada al oriente de la villa, cercana a las
haciendas de Juan Navarro y Santos Rojo.14 Mientras las tierras del primero
corresponderían más o menos con el poblado que actualmente conocemos como La
Hibernia, las del segundo y tercero podrían hacerlo con "Los González" y "Los Cerritos",
respectivamente.15
Los datos disponibles sugieren que Del Canto era un sujeto arrojado y vehemente que,
como no tenía esposa, no tuvo escrúpulos en entablar relaciones ilícitas con doña
Juana Porcallo y de la Cerda, la joven mujer de su compatriota Diego de Montemayor,
quien estuvo avecindado en el mineral de Mazapil en el año de 1572. Como llegó a
Saltillo después de realizada la repartición, Montemayor no alcanzó a recibir tierras. De
cualquier modo, fue un vecino importante, puesto que se desempeñó en este sitio varias
veces como alcalde ordinario y una como alcalde mayor.16
Montemayor asistió, junto con don Luis de Carvajal y de la Cueva —otro sujeto también
de origen lusitano—, a la refundación del Nuevo Almadén, hoy Monclova, hasta cuyo
sitio llegó el largo brazo de la justicia virreinal para acusar a éste de invadir
jurisdicciones preestablecidas y practicar el judaísmo. Luego del prendimiento de
Carvajal, Montemayor se regresó a Saltillo y poco después —en 1584— recibió una
merced de tierras en un sitio llamado San Francisco, situado en el actual poblado de
Apodaca, N. L. Dicha merced le fue otorgada por don Gaspar Castaño de Sosa, alcalde
mayor de la villa de San Luis —hoy Monterrey—, quien se había quedado en el sitio
como lugarteniente de Carvajal. Tras recibir un nombramiento efímero de tesorero real,
Montemayor decidió repoblar, en 1596 —con doce familias de Saltillo y sin permiso de
las autoridades virreinales— la para entonces extinta villa de San Luis, bautizándola
con el pomposo título de "Ciudad metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey", en
honor de don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey y virrey en turno.17
El fundador de Monterrey estuvo casado en tres ocasiones: la primera, con doña Inés
Rodríguez. Una hija de esta pareja, llamada también Inés Rodríguez, estaba casada con
Baltazar (Castaño) de Sosa, uno de los fundadores de Saltillo y hermano de don Gaspar
de los mismos apellidos.18 No se sabe en qué fecha murió la primera mujer de
Montemayor; tampoco cuándo contrajo éste nuevas nupcias con una mujer de apellido
Esquivel, de la que nada se sabe y de quien pronto enviudó también. Su tercer enlace
lo efectuó con doña Juana Porcallo y de la Cerda, una doncella neolonesa mucho menor
que él y que, para su desgracia, en algún momento entabló relaciones amorosas con el
fundador de Saltillo
Cuentan los cronicones locales que al descubrir los ilícitos amoríos entre su joven
esposa y el cuarentón Del Canto, Montemayor montó en cólera haciéndose justicia por
su propia mano; y que, además de asesinar a la adúltera, juró no cortarse el pelo ni la
barba hasta cobrar venganza en la persona de don Alberto, quien hábilmente logró
eludir siempre al ultrajado marido, al menos hasta que se convirtió en su yerno.19 Lo
más chocante del caso es que tras el ominoso engaño cometido por doña Juana y Del
Canto, y el fatídico homicidio perpetrado por el injuriado, nuestro fundador haya
contraído nupcias con la núbil Estefanía Montemayor Porcallo, hija del uxoricida y su
amante, y que los hijos que tuvo con ella se apellidaran "Montemayor Del Canto",
debido a lo cual pronto se perdió su apellido.20
Saltillo, Coahuila, julio de 2009

NOTAS
1. Entre los inmigrantes hispanos de la época permeaba "el anhelo general de acometer proezas y
realizar hazañas para luego de invocar méritos, solicitar de la corte española encomiendas de
indios por una, dos, y hasta tres vidas" Véase, Alessio Robles, Vito, Coahuila y Texas en la época
colonial, Porrúa, México, 1978, p. 165
2 Cuello, José, Saltillo Colonial: Orígenes y formación de una sociedad Mexicana en la frontera
norte 1577-1821; Archivo Municipal de Saltillo-Universidad Autónoma de Coahuila, Saltillo 2004.
3 El documento M.M.1714 de la Biblioteca Bancroft, de Berkeley señala que en el año de 1572,
poco antes de la fundación de Saltillo, Alberto Del Canto y un sujeto de apellido Ábrego
"prendieron 350 indios" Cit. por Garmendia Leal, Guillermo, en Origen de los fundadores de
Saltillo Coahuila, edición privada, Monterrey, 1995, tomo I, p. 29.
4 Don Juan Navarro es reconocido como el primer industrial norestense, en virtud de que
construyó el primer molino de trigo en el Septentrión novohispano.
5 Ibídem, tomo I, p. 11, Índice de vecinos de Saltillo y Monterrey (1575-1760)
6 En opinión de los historiadores locales, la institución denominada "Encomienda" fue escasa y
bastante benévola en Saltillo, no así en Monterrey, donde fue más radical y se prolongó por
bastantes años más.
7 Cuello, Op. Cit.
8 Garmendia Leal, Guillermo, Op. Cit. tomo I, p. 1, 1995.
9 Parece difícil que, a su edad, Del Canto permaneciera soltero.
10 Don Francisco de Ibarra era originario de la villa de Durango en la provincia de Vizcaya,
España. Era hijo de Pedro Sánchez de Ibarra y doña María de Aranda. La casa solariega de los
Ibarra es una de las más viejas y nobles de Guipúzcoa. Desde muy joven, don Francisco se vino
a la Nueva España, donde sirvió como paje en la corte del virrey don Luis de Velasco, suegro de
su tío, el capitán Diego de Ibarra, uno de los fundadores de Zacatecas. Cuando el virrey urgió a
don Diego para que continuara la colonización del Septentrión, éste decidió enviar a su sobrino,
quien apenas contaba 16 años, para que se hiciese cargo de la expedición, tocándole la
oportunidad de hacer por su cuenta la conquista de la rica provincia de la Nueva Vizcaya. Dicha
expedición se inició a mediados de septiembre de 1554. Cit. por Durón Jiménez Martha, y
Etchegaray Ignacio, en Diccionario Biográfico de Saltillo, Fondo Editorial Coahuilense y Archivo
Municipal, Saltillo, 1995, p. 97.
11 Toda la franja sur del actual Estado de Coahuila ("…hasta el año de 1787 la porción del actual
territorio coahuilense comprendida entre los 24° 32´ y los 26° de latitud norte fue una
dependencia de la Nueva Vizcaya". V.A.L."Coahuila y Texas en la época colonial" Ed. Porrúa,
México, D.F. 1978) perteneció a la gobernación de la Nueva Vizcaya desde su fundación hasta el
año de 1787, fecha en que fue segregada de ésta y anexada a la Provincia de Coahuila de la
Nueva Extremadura.
12 Garmendia Leal, en Op. Cit. tomo I, p. 38, dice que en el año de 1607 Del Canto manifestó
tener 60 años; es decir que tuvo que haber nacido alrededor de 1547.
13 Cuello, citando a Del Hoyo, en Op. Cit.
14 Alessio Robles, Op. Cit. p. 78
15 Al tiempo de arribar los tlaxcaltecas a Saltillo, Del Canto les cedió el goce de una parte del
agua de su hacienda, la cual colindaba con las tierras de Juan Navarro y Santos Rojo. En Carlos
Valdés e Ildefonso Dávila Documentos para la historia de la Nueva Tlaxcala, editado por el
gobierno de Coahuila, año de 1990, p. 33, aparece textualmente la siguiente información: "… y
también les hago merced [a los tlaxcaltecas] a mas de la agua que se les repartió para el dicho
Pueblo para labor de las tierras de la quinta parte de la Agua que sale de un ojo de agua que está
arriva de la del Saltillo, de donde riega Alberto del Canto sus sementeras, e que los dichos yndios
pueden llevar la dicha agua por una azequia o azequias a la parte y lugar que quisieren"
=De las primitivas mercedes otorgadas a los fundadores de Saltillo sólo quedó documentado lo
que aparece citado en la "ratificación de mercedes" expedida por el gobernador de la Nueva
Vizcaya en el año de 1580. Dicha relación al parecer está incompleta, pues hay mercedes que no
están enlistadas en ella. Véase Alessio Robles, Op. Cit. pp. 69-88.
=Nota: Las mercedes que se otorgaron a los fundadores eran de cinco especies:
Caballería de tierra, la cual equivalía a un rectángulo de 1,104 varas de largo por 552 de ancho,
correspondiente a 42 hectáreas de tierras laborables dotadas de agua.
Tierras de Agostadero, las cuales eran las siguientes: "sitio de ganado mayor", equivalente a un
cuadrado de 3,333 varas 1/3, o sean 1,755 hectáreas; y "sitio de ganado menor", equivalente a
un cuadrado de 5,000 varas, o sean 780 hectáreas, aproximadamente.
Sitio para casa, solar y corral, equivalente a un cuadrado de 50 x 50 varas castellanas; esto es,
40 mts. cuadrados aproximadamente.
Suerte de huerta, equivalente a un cuadrado de 552 por 275 varas, o sean 10.7 hectáreas de
tierras dotadas de agua.
Herido de molino, equivalente a un cuadrado de 50 varas por lado. Cada "vara castellana"
equivalía a 80 centímetros aproximadamente.
16 Alessio Robles, Op. Cit. p. 178
17 Durón Jiménez, Op. Cit. pp. 113 y 114
18 Garmendia Leal, Origen de los fundadores de Texas, Nuevo México, Coahuila y Nuevo León:
vecinos de Saltillo, 1575-1710, tomo II, p. 78. Este autor ha encontrado que don Baltazar era
hermano de don Gaspar Castaño de Sosa, compañero de don Luis Carvajal y de la Cueva y
también primer colonizador de Nuevo México. Baltazar era yerno de Diego Montemayor. En el
año de 1583 hizo donación a su hermano Gaspar de una estancia de ganado mayor y una
caballería de tierra de las que le había mercedado Alberto Del Canto en Saltillo. Cit. por
Garmendia, Op. Cit. tomo I, p. 34. Véase también Durón Jiménez, Op Cit. p 163. Esta autora
sostiene que Baltazar (Castaño) de Sosa nació en Portugal y que casó con doña Inés Rodríguez,
hija del primer matrimonio de Diego de Montemayor. Sosa tuvo tres hijos y en el año de 1583 se
desempeñó como alcalde ordinario de Saltillo.
19 Al llegar Carvajal al Nuevo Reino de León, encontró a Montemayor en las minas de San
Gregorio, donde se había refugiado tras el asesinato de doña Juana Porcallo. Poco después, en
ese propio lugar, Carvajal fundó la ciudad de León (hoy Cerralvo). Véase Garmendia, Op. Cit.
tomo I p. 34.
=Carvajal y de la Cueva era originario de Mogodorio, Portugal. En 1578 regresó a España para
solicitarle mercedes al rey, quien le concedió un cuadrado de 200 leguas por lado en la mitad
norte de la Nueva España. Una vez que regresó de España con dichas capitulaciones,
concedidas por Felipe II, se dirigió a Saltillo deponiendo a sus autoridades. Gracias al apoyo que
encontró aquí pudo refundar el Nuevo Almacén, hoy Monclova, hasta donde llegó la comisión
encargada de aprehenderlo, acusado de invadir jurisdicciones previamente establecidas. En
1596, Carvajal murió en la cárcel real de México. Entre los cargos que se le imputaron estuvo el
de practicar el judaísmo.
20 Al parecer, dicho matrimonio fue ideado por el propio Luis de Carvajal para que dos de los
escasos y más prominentes colonos españoles locales no se matasen entre sí.


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Por medio de la historia familiar descubrimos el árbol más hermoso de la creación: nuestro árbol genealógico. Sus numerosas raíces se remontan a la historia y sus ramas se extienden a través de la eternidad. La historia familiar es la expresión extensiva del amor eterno; nace de la abnegación y provee la oportunidad de asegurarse para siempre una unidad familiar".
(Élder J. Richard Clarke, Liahona julio de 1989, pág.69)



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